Media hora, medio pelo

A principios de los 90 ATC quiso innovar, ponerse "al ritmo ágil de la vida de hoy" y "a tono con el mundo".
¿En qué consistía ese nuevo gran paso para la humanidad?
Consistía en pautar entre las 19 y las 21, cuatro programas de media hora en lugar de dos de una hora. Y así fue como logramos ingresar en el Primer Mundo.
Los cuatro programas en cuestión eran una serie de dibujos animados, un noticiero de 30 minutos (con la desmesurada escenografía armada para el fracasado proyecto ATC-Eco México), un ciclo de Petinatto y Voy a pagar la luz, una parodia a las telenovelas producida y protagonizada por Gastón Portal.
El hijo del creador de PNP hacía rato que venía queriendo instalar el pseudo género bizarro en la TV argentina, con ciclos como Poliladron -nada que ver con el título que luego lanzaría a la fama a Suar- y Clase B, un ciclo que iba los sábados a las 20, en donde se presentaban segmentos de películas de bajo presupuesto.
Finalmente consiguió espacio para producir una tira de lunes a viernes, con actores desconocidos y argumento inexistente, en donde se jugaba con el humor absurdo, los personajes freaks y la estética de lo desagradable.
Por supuesto que este ciclo no encontró un público que lo siguiera y su luz se apagó casi en simultáneo con este revolucionario proyecto de los programas de media hora, que tampoco consiguieron afianzarse. Tal vez, esa idea de ponerse "a tono con el mundo" era sólo una fantasía. Toda una epifanía, si pensamos que recién estábamos en 1993.