Aquí nadie vio nada

En 1990, el desembarco de David Lynch en la televisión con Twin Peaks cautivó a millones de personas que semana a semana intentaban descubrir al asesino de Laura Palmer. En la argentina la serie se vio por cable y durante poco tiempo en la pantalla de Canal 9 (¡la habían programado los miércoles a las 21 para competir con Grande, Pa!) pero esto alcanzó para crear un cierto fanatismo y para que realizadores locales se enamoraran de ese estilo narrativo y estético tan particular.
Así fue que, unos años después, llega a la pantalla Bajamar / La costa del silencio, una miniserie de cuatro capítulos que se convirtió en una suerte de Twin Peaks nacional. Las similitudes con la serie americana no intentaron disimularse: las dos comenzaban con un cuerpo envuelto en plástico a la orilla del agua. Un pueblo chico, personajes misteriosos y un infierno grande que se desata a partir de la llegada de un doctor y un periodista que comienzan a investigar algunas cosas raras que estuvieron pasando en esa localidad costera, donde todos -absolutamente todos- parecen estar ocultando algo.



A la miniserie no le faltó casi nada: un presupuesto de medio millón de dólares, un grupo de realizadores talentosos (Fernando Spiner, Fabián Bielinsky), un elenco impresionante (Germán Palacios, Leonardo Sbaraglia, Norman Brisky, Patricio Contreras, Alejandro Urdapilleta como el ciego que era el único que veía las cosas claras) y un cuidado en la imagen como pocas veces se vio en la televisión argentina. Tal vez lo único que faltó fue gente que la viera: le fue tan mal que el canal decidió pasar los dos capítulos finales en un mismo día. Este último detalle, involuntario, terminó de emparentarla con su par norteamericana, que tuvo también un final desprolijo, luego de que las historias tomaran un rumbo indefinido y David Lynch decidiera alejarse del producto.